El pan artesano, elaborado de manera tradicional y sin el uso de aditivos o conservantes artificiales. Ofrece múltiples beneficios para la salud que lo diferencian del pan industrial. Uno de los aspectos más destacados del pan artesano es su simplicidad en los ingredientes: harina de calidad, agua, sal y levadura o masa madre. Esta simplicidad no solo garantiza un producto más natural, sino que también reduce la posibilidad de consumir sustancias químicas innecesarias que pueden estar presentes en los panes procesados.
La fermentación lenta, característica del pan artesano, es otro factor crucial para sus beneficios. Este proceso permite que el gluten se degrade parcialmente, lo que facilita la digestión y reduce el riesgo de intolerancias. Además, la fermentación prolongada ayuda a que se desarrollen bacterias beneficiosas. Similares a las que encontramos en alimentos fermentados como el yogur, que pueden contribuir a una mejor salud intestinal. El uso de masa madre en el pan artesano no solo mejora el sabor y la textura, sino que también incrementa el valor nutricional del pan.
La masa madre permite una mejor absorción de minerales como el magnesio y el zinc. Ya que neutraliza los fitatos presentes en la harina que suelen inhibir su absorción. Además, el pan artesano suele tener un índice glucémico más bajo en comparación con el pan industrial. Lo que significa que provoca un aumento más gradual de los niveles de azúcar en la sangre, favoreciendo así un mejor control de la glucosa.
Por último, el pan artesano, al ser más denso y saciante. Suele consumirse en menor cantidad, lo que ayuda a mantener un equilibrio en la ingesta calórica diaria. En resumen, optar por pan artesano no solo es una elección gastronómica superior, sino también una decisión que beneficia a tu salud en múltiples niveles.